viernes, 25 de mayo de 2012

La poesía náhuatl convocó una audiencia masiva de jóvenes

Alondra Flores : : La Jornada : : 24 de febrero de 2012 : :

La poesía de los antiguos nahuas convocó un lleno total en la Sala Nezahualcóyotl; el público, en su mayoría, estuvo integrado por jóvenes universitarios. Se trató de una celebración doble: por la presentación de los Cantares mexicanos: el códice de la poesía náhuatl, patrimonio de la nación y por el cumpleaños 86 de quien encabezó la realización de la obra, el historiador Miguel León-Portilla, quien ha estado vinculado casi 60 de esos años a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Se sumó una petición en voz del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma: que la máxima casa de estudios tome la batuta para pedir que las lenguas indígenas de México sean declaradas patrimonio de la humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Vivimos tiempos difíciles, fue lo primero que pronunció León-Portilla, tras cruzar a paso lento el escenario para sentarse en la sala de su casa, en la UNAM, frente a una cascada de alcatraces que se desbordaba en el recinto ofrendado a la música, que ostenta el nombre del más grande poeta nahua: Nezahualcóyotl.

Se apagaron las luces; después del aplauso llegó un silencio que contrastó con el bullicio de los jóvenes que minutos antes corrían, con todo y mochilas, por el Centro Cultural Universitario para alcanzar un lugar. A las siete de la noche estaba prácticamente lleno, incluso se abrió el acceso a las butacas de la sección del coro. Continuó el historiador, lingüista y antropólogo: “México vive tiempos difíciles. Inseguridad, crisis económica, sequías, conatos de hambruna con nuestros hermanos rarámuris. ¿A qué nos vamos a agarrar para no hundirnos? Yo creo que en este universo en que vivimos la cultura es lo que puede darnos un faro de luz para caminar. Y qué casa más llena de cultura que la Universidad Nacional Autónoma de México, nuestra alma mater.

Autor de la semilla primigenia de ese proyecto y amigo de los investigadores, Matos Moctezuma compartió los sillones instalados en el escenario para participar en un coloquio de tres, al que se sumó el escritor Vicente Quirarte. Expresó los siguientes datos sobre el volumen culminado tras 20 años de trabajo, resultado del encuentro de dos mundos, llamado a constituir una joya editorial.
Cantares mexicanos es por derecho propio símbolo de un pasado que se convierte en presente, al lenguaje simbólico de las piedras se une el lenguaje escrito, la palabra en lengua indígena perdura entre nosotros y es nuestro deber hacer que dure muchos años, siglos, para que siga siendo el medio de expresión de estos pueblos.”

En su turno, el rector José Narro Robles exaltó el orgullo de la UNAM al poder entregar a la sociedad los Cantares mexicanos: un libro que representa un rescate de nuestra historia, de nuestra cultura, de nosotros mismos, tenemos que celebrarlo de manera particular. Por eso reconozco la presencia de cientos y cientos de académicos, estudiantes y de trabajadores de la universidad que nos acompañan, y al doctor León-Portilla, le dijo: Lo único que en español se puede fácilmente seleccionar: muchas gracias, millones de gracias, por el ejemplo de vida, por el legado de una vida académica y de compromiso con México, con nuestros pueblos originarios y con el futuro de la nación.

 El académico dirigió al grupo de investigadores que elaboraron la obra monumental sobre la poesía náhuatl. El encuentro consistió en la presentación de los tres primeros volúmenes de la edición bilingüe del códice por sus realizadores: León-Portilla; enseguida Guadalupe Curiel, directora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, y Alicia Mayer, directora del Instituto de Investigaciones Históricas, quien aprovechó para dedicar unos versos en lengua indígena, luego en español: “floreces aquí en México, derramas fragancia en el mundo, se esparcieron los jades, nace la flor, es tu canto, tú elevas en México, aquí tu flor resplandece. Tlazocamati. Por mi raza hablará el espíritu”.
 
Los doctores reunidos en la sala de conciertos coincidieron en enumerar a la docena de colaboradores de la obra como a los integrantes de una expedición capitaneada por León-Portilla. Algunos perecieron en la misión que se presentaba triunfante con el tesoro recuperado: el manuscrito náhuatl, acompañado del castellano, donde se ve el pensamiento del sacerdote mexica y el discurrir del fraile.
Y el capitán indicó a los universitarios: México tiene en su haber grandes tesoros culturales, la raíz más honda, de milenios, que es la mesoamericana. Hay una herencia intangible, que son la visión del mundo: las lenguas, los textos que hay en los códices. Este manuscrito que conserva la Biblioteca Nacional de México son los custodios de la memoria de México... Acercarnos a este texto es un camino para tranquilizarnos y afrontar la vida con valor. No es un lujo, ni la música ni la pintura ni la literatura ni el pensamiento, es lo que hace al hombre ser humano.

Entonces rindió reconocimiento a su maestro Ángel María Garibay y al rey que da nombre al lugar de los cantares. “Flor y canto es la poesía, flor y canto es lo que hace posible nuestra amistad –evocó las palabras del sabio Nezahualcóyotl inscritas en una enorme piedra lisa en el jardín contiguo de la sala–; por fin lo sabe mi corazón, escucho un canto, contemplo una flor, ojalá no se marchiten”. Los cantares floridos aparecieron, declamados por el poeta Librado Silva, entonados musicalmente por el grupo Xochihcuicanih.

Después de una larga presentación de dos horas y el discurso de seis oradores, se escuchó una conversación afuera de la Sala Neza: –Estuvo largo, yo quería irme a casa, pero tu querías venir –dice un chavo a su compañero. –Pero por lo menos pudimos escuchar al maestro –responde en alusión cariñosa a Miguel León-Portilla, mientras una avalancha de jóvenes se arremolina en espera del Pumabús para que los acerque al Metro, otros tantos se alejan y caminan para cruzar la reserva volcánica. Escucho un canto,/ contemplo una flor,/ ojalá no se marchiten, recita alguien en medio de la noche de lava petrificada y flores olorosas.

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