viernes, 26 de agosto de 2011

Localizan la puerta al inframundo teotihuacano

Cinthya Sánchez :: 16 de Agosto, 2011 :: El Universal

El proyecto denominado Tlalocan: camino bajo la tierra, como tal, inició en el 2009, cuando los investigadores del INAH, bajo la dirección de Sergio Gómez Chávez, encontraron a 12 metros de profundidad, un túnel que corre debajo del Templo de la Serpiente Emplumada.

Aún no se ha podido precisar la fecha de construcción del túnel, pero los arqueólogos señalan que su creación fue anterior a la de la pirámide de Quetzalcóalt y de La Ciudadela.

"A la hora de clausurar el túnel, los teotihuacanos arrojaron cantidad de grandes piedras que bloquearon el acceso", explica Sergio Gómez, director del proyecto; quien también expresó que los habitantes de la ciudad prehispánica, lo cerraron entre los años 200 y 250 dC., hace unos mil 800 años.

En su exploración, los investigadores utilizaron un georradar del Instituto de Geofísica de la UNAM, el cual permite desde la superficie detectar lo que hay en el subsuelo. Con este aparato, se detectó a la mitad y al final del túnel tres cámaras con aproximadamente 100 metros cuadrados de dimensión.

Se estima que el pasaje tiene una longitud de 100 a 120 metros. "El túnel debió estar vinculado a conceptos relacionados con el inframundo, de ahí que no se descarta que en este lugar se hubieran realizado rituales de iniciación e investidura divina de gobernantes teotihuacanos, toda vez que el poder se adquiría en espacios sagrados", declaró Sergio Gómez.

Teotihuacan

Monte Albán bajo la mancha urbana

Elva Mendoza :: 9 Agosto 2011 :: Contralínea

Monte Albán, la urbe más ancestral de México prehispánico y una de las más antiguas de Mesoamérica, se extiende a más de 20 kilómetros sobre los valles centrales de Oaxaca. El área que ha sido explorada, restaurada y que permanece abierta al público representa apenas 7 kilómetros del conjunto total.

Esta metrópoli concentró por más de 13 siglos el poder de un Estado gobernante de un vasto territorio. La civilización zapoteca dominó zonas localizadas hasta 150 kilómetros fuera de los valles. Se calcula que durante su máximo apogeo, entre los años 500 a 750 después de Cristo, la población en la urbe fue de 35 mil personas.

La zona arqueológica, Patrimonio Cultural de la Humanidad –declaratoria otorgada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por su sigla en inglés) en 1987–, fue resguardada hasta 1993 mediante el decreto presidencial que le otorgó el estatus de zona de monumentos arqueológicos.

Las más de 2 mil hectáreas bajo la custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), de la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos, y la Ley General de Bienes Nacionales se ven amenazadas “por el hombre y el clima”, asegura Enrique Fernández Dávila, quien se desempeñara como director del Centro INAH Oaxaca durante 15 años.

De acuerdo con la evaluación Monte Albán, Oaxaca, problemática, estado actual y propuestas de acción –información próxima a su publicación como parte de una memoria de gestión patrimonial, proporcionada a este semanario por Fernández Dávila–, en febrero de 1999 la Dirección de Desarrollo Urbano del gobierno estatal reportó 645 asentamientos humanos irregulares distribuidos en nueve núcleos agrarios dentro del polígono de la zona de monumentos arqueológicos de Monte Albán. En la actualidad, el número de estos asentamientos “se ha multiplicado exponencialmente”.

Los asentamientos urbanos sobre los vestigios son anteriores a la declaratoria, y se ubican dentro del municipio Oaxaca de Juárez, Santa María Atzompa y Santa Cruz Xoxocotlán.

A decir de Fernández Dávila, las colonias que se encuentran dentro del polígono de protección son las que más afectan la zona por su rápido crecimiento, ubicadas en los cuatro núcleos agrarios del municipio de Santa Cruz Xoxocotlán. Ante ello, asegura que todos los días hay daños en los vestigios.

Aunque Monte Albán es la zona arqueológica más importante de Oaxaca y uno de los 10 sitios abiertos al público en el estado, Fernández Dávila refiere que en los valles centrales hay aproximadamente 3 mil sitios con vestigios arqueológicos: “Oaxaca contiene el mayor número de zonas, con cinco o siete sitios por municipio”.

Por ello, el arqueólogo e investigador del INAH se muestra inconforme con la delimitación de la declaratoria de zona arqueológica de Monte Albán; “el actual polígono incluye una gran parte del asentamiento prehispánico, sin embargo, dejó fuera interesantes conjuntos arquitectónicos que se conocen como Monte Albán Chico, los Mogotes de Bartolano y la colonia Ampliación Xoxocotlán, entre otros”. Los vestigios que están fuera del área de protección se encuentran en riesgo o incluso en convivencia directa con los asentamientos humanos colindantes.

Monte Albán Chico, refiere Fernández Dávila, se encuentra en un estado de abandono; además, la quema indiscriminada de pastos que año con año hacen los vecinos ha afectado el proceso de fechamiento de los sitios arqueológicos. Incluso, no ha estado exento del saqueo, asegura.

El conjunto Mogotes de Bartolano, indica Fernández, se encuentra casi totalmente invadido por habitantes del municipio de Xoxocotlán. El proceso destructivo es constante y su avance está marcado por el aumento demográfico y de construcción habitacional, así como por las obras de infraestructura municipal que satisfacen las necesidades básicas de la población.

Aunado a ello, en el municipio de Arrazola, los pequeños propietarios llevan a cabo desde hace 20 años el saqueo de numerosos objetos arqueológicos, algunos de los cuales se venden en Monte Albán o en el mercado negro.

Sin un programa permanente de rescates arqueológicos en las localidades y ante la falta de interés por parte de las autoridades para resolver el desmesurado crecimiento urbano, el patrimonio arqueológico en Oaxaca es además víctima de las autoridades federales, estatales y municipales que aprueban proyectos de infraestructura como el Libramiento Sur Oaxaca.

Éste es un proyecto carretero que, a decir de Fernández Dávila, densificará la superficie inmediata en el flanco Poniente de la zona arqueológica de Monte Albán, reproduciendo lo que ocurre con los municipios colindantes de Oaxaca de Juárez, Santa Cruz Xoxocotlán y Santa María Atzompa.

Para el investigador, parte de la solución consiste en la compra de tierras dentro del polígono de protección a sus actuales pobladores, sobre todo de los bienes comunales de Santa Cruz Xoxocotlán, que califica como “la parte más sensible”, los cuales podrían tener un costo aproximado de 110 millones 500 mil pesos.

“Es posible que con una inversión de 30 millones para la adquisición de la parte más importante de esta zona se pudiera aliviar de la inminente presión social al polígono.”

Además, refiere que el INAH está obligado a presentar un mapeo detallado de la presencia de todo tipo de vestigios arqueológicos, y modificar los vértices del polígono de protección que delimita el decreto.

Aunque el investigador asume que el crecimiento urbano es parte de la dinámica social, señala que debe haber recursos para hacer arqueología urbana, es decir, proyectos dirigidos al trabajo con las comunidades para evitar la destrucción y realizar un rescate arqueológico en las zonas habitadas. Pero “se necesitan recursos”, expresa.

El centro de la ciudad de Monte Albán fue edificado por los zapotecos en la parte más alta del Cerro del Jaguar, alrededor del año 500 antes de Cristo. El sitio actualmente permanece abierto al público y muestra el conocimiento de sus antiguos pobladores en arquitectura, artes, ingeniería y el cosmos, además de su vínculo con el paisaje de los valles de Oaxaca.

Monte Alban

Descubren ofrenda a Tlaloc en Sierra de Morelos

Boletin INAH :: 24 de agosto de 2011

Una ofrenda prehispánica dedicada a Tláloc, compuesta por una vasija con la efigie de esta deidad mesoamericana del agua, fue descubierta por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) en Chimalacatlán, un sitio arqueológico ubicado en la Sierra de Huautla, en Morelos, que se abrirá al público el próximo año.

El hallazgo se registró durante las labores de excavación y consolidación de basamentos prehispánicos que se hallan en la cima del Cerro del Venado; la oblación se compone de una vasija tipo Tláloc, es decir, que muestra las características de este numen como son las anteojeras y las bigoteras, así como por dos collares, uno con seis conchas y el otro con ocho cuentas de piedra verde.

El arqueólogo Luis César Rosas Hernández, encargado de los trabajos de la puesta en valor de este sitio precolombino, informó que la ofrenda a Tláloc podría tener más de dos mil años de antigüedad, y correspondería al periodo Clásico (100 a.C. – 700 d.C.); además hace suponer que el basamento prehispánico que se halla en la cúspide de esta elevación, estuvo destinado a la veneración de esta deidad.

El depósito, dijo, se exploró durante labores desarrolladas en el basamento del denominado Grupo C (60 m de largo y 15 m de alto) que se distribuye en la parte más alta del Cerro del Venado; ahí, en la edificación conocida como "El Picacho", entre su fachada norte y unas trincheras que fueron habilitadas hace 100 años por los zapatistas durante la Revolución, se encontró una estructura adosada al templo rectangular que alguna vez coronó al edificio.

"Dentro de la estructura adosada al templo rectangular encontramos la ofrenda, cuyos collares que acompañan la vasija Tláloc están compuestos de elementos vinculados al mundo acuático, como las conchas y la piedra verde (serpentina). Aunque todavía es prematuro datar con exactitud este contexto, es claro que la veneración a Tláloc se dio a partir de la época Clásica, no antes", abundó.

De hecho, la posición estratégica de Chimalacatlán, en los límites con el estado de Guerrero y bordeado por los diferentes afluentes del río Balsas (Nexapa, Chalma, Cuautla y Amacuzac), permitió a su antigua población dedicarse a la extracción y procesamiento de piedra verde, apreciada por las civilizaciones mesoamericanas como una gran joya.

Nueve años de trabajos en este asentamiento prehispánico —que se ubica al sur de Morelos, en el municipio de Tlaquitenango—, bajo la responsabilidad del arqueólogo Mario Córdova Tello, han permitido comprender que Chimalacatlán (que en náhuatl significa "Donde abundan los escudos de carrizo") trasladaba productos a lo largo del hoy estado de Morelos hacia los territorios que actualmente ocupan las entidades de Guerrero, Puebla, Estado de México y la Cuenca de México.

Mario Córdova, delegado del INAH en Morelos, explicó que si bien la ocupación humana en la zona se remonta a 1,200 a.C. y hasta principios del siglo XVI, esto no significa una permanencia continua, por el contrario, durante más de dos mil años Chimalacatlán tuvo momentos de abandono y reocupaciones, por grupos de diferente filiación étnica.

"Las evidencias más tempranas que hemos ubicado en este sitio son de la época olmeca, es decir, del periodo Preclásico Medio, entre 800 y 500 a.C. Mientras que su cancha de juego de pelota, algunas figurillas y tipos cerámicos, muestran influencia vinculada al apogeo de Teotihuacan, en el Clásico (100 a.C. - 700 d.C.).

"Asimismo, en Chimalacatlán se han hallado piezas arqueológicas que muestran semejanza con materiales de Xochicalco, que corresponden al periodo Epiclásico (700 - 900 d.C.). Recientemente el arqueólogo Luis César Rosas Hernández también ha localizado cerámica del Posclásico (1300-1521 d.C.), lapso de influencia por parte de los mexicas en el centro de México".

Parece ser que la zona arqueológica de Chimalacatlán se edificó desde la parte media de los cerros hacia la cúspide. En la sección central se han detectado unidades habitacionales, así como áreas de trabajo especializadas. En la parte alta se levantaron los edificios de carácter cívico-religioso, como templos, plazas y la cancha del juego de pelota.

"En el Cerro del Venado (donde estructuras monumentales se distribuyen sobre una superficie de 4 hectáreas), así como la aledaña Mesa del Venado, sus antiguos habitantes construyeron una serie de plataformas sobre la cuales edificaron palacios, calzadas, basamentos piramidales y templos. Toda esta área se hallaba en un proceso de construcción, pero hubo momentos de cambios drásticos, de manera que se vio interrumpido", continuó Mario Córdova.

De acuerdo con el arqueólogo Luis César Rosas, en 2010 se trabajó en la restauración de la estructura denominada B1, que se compone de plataformas megalíticas de gran magnitud, mismas que se pueden ver desde la población cercana de Chimalacatlán. Las dimensiones de estos antiguos edificios —de 70 metros de largo y una altura promedio de 7 metros—, se alcanzaron mediante el uso de sillares o piedras rectangulares de tamaño considerable, en caso extremo, de 2.25 m por 50 cm de alto y 50 cm de grosor.

Asimismo, en la sección del sitio arqueológico conocida como Grupo C, además del hallazgo de la estructura adosada al templo rectangular y la ofrenda a Tláloc, se encontró otra estructura en forma de espiral, la cual mide casi 6 metros de diámetro y gran parte de sus cimientos fueron hechos con piedra roja.

Actualmente, los trabajos de puesta en valor de este sitio arqueológico, que se proyecta abrir a la visita pública el año entrante, se realizan a través del Programa de Empleo Temporal (PET), impulsado por la Secretaría de Desarrollo Social y el INAH, con la participación de 90 personas del poblado de Chimalacatlán.

Estas labores, añadió el arqueólogo Mario Córdova, tienen tres objetivos: restaurar las fachadas sur y oriente del denominado Conjunto C1, así como la sur de la estructura B1. En tanto que también se trabajará en el primer edificio del Grupo A, el cual tiene un patio, una estructura circular en su parte alta, y en su costado oriente tiene algunos túneles que posiblemente sirvieron como drenajes.

El delegado del INAH en Morelos hizo hincapié en que el aislamiento de este sitio que se halla dentro de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Huautla —dominada por la selva baja caducifolia—, lo convierte en un gran atractivo para la visita, de ahí que se prevé abrirlo formalmente en 2012.

No obstante, concluyó Córdova Tello, se planea generar un modelo que sea redituable a la comunidad, de forma que los pobladores conduzcan a los visitantes mediante el uso de animales de carga, como caballos o burros. En ese sentido, la infraestructura será básica, aunque existe toda una propuesta de circulación por el sitio.

"Tenemos que respetar el ecosistema de la Sierra de Huatla y empatarlo con el conocimiento de la zona arqueológica. Se trata de hacer compatible lo ambiental y lo monumental, con la participación de la comunidad".

Tlaloc


Labradores de obsidiana un oficio prehispánico vivo

Abida Ventura :: 08 de agosto de 2011 :: El Universal

El ruido de la máquina de cortar es estridente. El olor a diesel y aceite tampoco es agradable. Pero para el artesano Catarino Disciplina es un ambiente común, con el que ha trabajado todos los días desde hace más de 14 años.

Cortar las enormes piedras negras de obsidiana, que después pulirá y convertirá en figuras, es un trabajo que requiere de habilidad y destreza: “hay que saber cómo colocar la piedra, pues hay que tomar en cuenta el diseño que se va hacer”, explica Catarino, mientras trabaja en el taller de una de las cooperativas artesanales de San Martín de las Pirámides, uno de los municipios del estado de México que concentra el mayor número de artesanos que trabajan con este vidrio volcánico.

Catarino y sus compañeros de la cooperativa Itz-Yollotzin, que forman 42 familias, ven en la producción de objetos de obsidiana la base de su economía familiar. Pero al igual que cualquiera de los artesanos en el país, tienen que enfrentarse a la falta de apoyos, a la falta de difusión de su trabajo y a los intermediarios que malbaratan su trabajo.

Después de cortar las enormes piedras, Catarino comenzará a darles forma. Máscaras, réplicas de la figurilla del contorsionista olmeca, de la famosa vasija de obsidiana con forma de mono -cuyo acabado ha sido imposible de igualar-, del Ángel de la Independencia, así como representaciones del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, son algunos de los diseños sobre los que Catarino y sus compañeros trabajan.

“Los diseños vienen de los libros de historia, pero también de la imaginación”, dice Hugo Muñoz, encargado de la tienda de artesanías de la cooperativa. Grandes, pequeñas, sencillas, complejas, todas se exhiben en la tienda.

Cada pieza requiere dedicación y paciencia. Por ejemplo, una representación del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, de unos 50 centímetros y con incrustaciones de pedrería, es terminada en tres meses. En cambio, una máscara de grandes dimensiones, con un tocado de incrustaciones de piedra y diversos detalles, podría tardar hasta 10 meses.

Los costos de algunas piezas podrían parecer muy elevados, pero según Muñoz, lo que se paga es el trabajo y dedicación con que se hace cada pieza, pues algunos diseños requieren de un cuidadoso trabajo de incrustación de materiales como jade, jadeíta, turquesa, conchas de abulón, ojo de tigre y plata.

Tras el proceso de incrustación de piedras y el acabado de trazos, la pieza tendrá que pasar por un proceso final: el pulido, que dará el toque final a cada una de estas esculturas y objetos, que los turistas nacionales y extranjeros adquirirán como souvenirs.

En el corazón del oro negro

Pero el proceso de elaboración de estas piezas no sería posible sin aquella persona que extrae de las entrañas de la tierra este material lítico.

La extracción de ese vidrio volcánico, cuya explotación, distribución y utilización fue fundamental en las actividades económicas de los teotihuacanos, se sigue realizando en algunas partes del Estado de México e Hidalgo.

Pero es el Cerro de las Navajas el que se considera uno de los principales yacimientos de obsidiana que fue explotado y controlado durante la época prehispánica, por los teotihuacanos, toltecas y aztecas. Así lo demuestran los restos de habitaciones o campamentos que yacen entre el bosque de coníferas del cerro ubicado en la comunidad El Nopalillo, en Epazoyucan, Hidalgo.

La obsidiana, por sus cualidades físicas, estaba presente en varios ámbitos de la cultura prehispánica del centro y el occidente, como en la vida doméstica, la agricultura, las artesanías, el comercio, la guerra y la religión.

“Con esta mina llevamos trabajando tres años”, dice el minero Juan Palcastre Ramírez, mientras nos conduce por un túnel de casi 100 metros de largo, de donde, junto con sus hermanos, extrae toneladas de piedras de obsidiana.

“Yo llevo trabajando en esto desde hace 25 años; desde que tengo memoria se han trabajado estas minas; mis padres trabajaron en la extracción; de ellos aprendí el oficio”, cuenta Juan.

Los 700 pesos mensuales que los hermanos Palcastre Ramírez pagan al ejido por la explotación de esta mina de obsidiana dorada, deben recuperarse de la tonelada de piedras que cada semana venden en los talleres de San Martín de las Pirámides y San Juan Teotihuacán, en el estado de México.

Los artesanos de la obsidiana saben que este oficio es una herencia de sus antepasados y buscan preservarlo. Sin embargo, la falta de oportunidades y de apoyo, lo convierten en un oficio poco redituable. “Yo amo mi trabajo y sé que es una gran tradición, pero no me gustaría que mis hijos se dedicaran a lo mismo, trabajamos duro para que salgan adelante”, dice Juan, quien asegura que su anhelo es que sus hijos estudien una carrera universitaria.

Desde la entrada al Cerro de las Navajas, ahora convertido en centro ecoturístico, se aprecia el brillo de los montículos creados con los desechos de este vidrio que tanto llamó la atención de los teotihuacanos, toltecas y aztecas. Tal como hoy llama la atención de cualquiera. Esos montículos no dejarán de brillar en medio de ese bosque de coníferas, pero ¿cuánto más se preservará el trabajo de quienes la labran?

Itz-Yollotzin

Digitalizan códices náhuatl en Francia

Agencia ID :: 19-Julio-2011 :: Vanguardia

Imágenes de la cultura náhuatl que forman parte del patrimonio nacional resguardado en el Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia (BNF).

Se trata del proyecto Amoxcalli, La casa de los libros, que compila más de 40 códices en lengua náhuatl y 200 manuscritos facsimilares en un DVD interactivo para mostrar parte del acervo cultural e histórico de la época prehispánica y del periodo colonial narrados por indígenas.

Mohar Betancourt, coordinadora de la investigación, comentó que esta recopilación de documentos históricos permite conocer un sistema de escritura del México Antiguo, además de saber fechas, formas de organización política y económica, y las tradiciones de los pueblos mesoamericanos.

La experta del México prehispánico explicó que este proyecto consistió en analizar los códices e imágenes de los documentos para entender a detalle la escritura y elementos o glifos (signos grabados) que anotaron los tlacuilos o escritores durante aquella época. Los tacluilos, puntualizó Mohar Betancourt, eran escritores o pintores hábiles para los trazos del dibujo y estaban encargados de anotar los acontecimientos sobre papel amate, lienzos de algodón y pieles de venado que fueron un soporte adecuado para realizar estos manuscritos.

La experta recordó que esta riqueza documental se perdió con la llegada de los españoles .

Códices

Mapas y planos antiguos de la Ciudad de México.




Mapas

Hallan nuevos sitios arqueológicos e históricos en Oaxaca

Redacción :: 13 Julio, 2011 :: El Economista

El informante nahua de León-Portilla

Yanet Aguilar Sosa :: 22 de julio de 2011 :: El Universal

Hay muchas cosas de las que Librado Silva Galeana se siente orgulloso: ser indígena y nahuahablante, haber estudiado durante tantos años esa lengua, ser alumno de Miguel León-Portilla, haber traducido con él varios textos fundamentales de la cultura náhuatl, dar clases de su lengua porque “representa salvaguardarla y mantenerla viva”.

Pero también -y se ruboriza al decirlo- está muy orgulloso de que un día, recién publicado su primer texto que hizo sobre el temazcal, Miguel León-Portilla lo leyó ante sus alumnos y entonces dijo que parecía escrito por fray Bernardino de Sahagún.

El rostro moreno y surcado de vida del profesor, traductor y escritor en lengua náhuatl, que es considerado informante de Miguel León-Portilla y Carlos Montemayor, se ilumina al recordar que él y otros escritores en lenguas indígenas estaban tan contentos al ver sus textos publicados en la revista de Estudios de cultura náhuatl que unos a otros se dedicaban sus textos.

“Ese texto le gustó mucho al doctor León-Portilla, hizo un comentario que aún ahora me escuece un poco. Él se los leyó a alumnos del Seminario de Cultura Náhuatl y les dijo textualmente: ‘Oigan esto, oigan esto, ¿no parece Sahagún?’ Ese fue un comentario muy elogioso y desde entonces, cuando escribo, tengo mucho cuidado en hacer las cosas bien, siquiera para merecer otro elogio parecido”, dice el escritor.

Librado Silva Galeana (Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta, 1940), ama su lengua como a su vida y con humildad dice que tal vez él no sea un gran escritor pero tiene a su favor que como hablante de náhuatl casi es un poeta sin proponérselo por una sencilla razón: es una lengua eminentemente metafórica.

“He enseñado náhuatl durante muchos años en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad y me he podido percatar de que a quien le enseño termina amando la lengua porque es extraordinariamente bella, no le podría decir en unas palabras lo que significa la lengua, es mucho lo que se puede decir, como lo que descubrió el padre Ángel María Garibay, los difrasismos, que son metáforas típicas de la lengua náhuatl con la que se expresan cosas de la vida cotidiana”, dice el escritor.

Con esa generosidad y humildad que lo caracteriza, Librado Silva ha estado en muchos proyectos centrales para las culturas indígenas: fue socio fundador de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, da clases en su lengua materna en el Seminario de Cultura Náhuatl y también a los nahuahablantes de la delegación Iztapalapa.

Es autor, junto con León-Portilla, del Huehuetlatoli. Testimonios de la antigua palabra, un libro que reúne los 29 textos que en 1993 publicó el Fondo de Cultura Económica; y en 2007 publicó el Diccionario del Náhuatl en el español de México, obra en la que participaron también Carlos Montemayor y Enrique García Escamilla, en la que recogen más de 2 mil nahuatlismos vigentes en el habla de varias regiones del país.

Ese hombre que divide su vida entre los campos de Milpa Alta y las calles de Santa Úrsula Coapa, sigue traduciendo los huehuetlatolis que fray Bernardino de Sahagún plasmó en el Códice Florentino. Además, espera que, a más tardar el próximo año, la UNAM publique otro magno proyecto que hizo con León-Portilla: la traducción de los cantares mexicanos, poesía recogida por los frailes durante la Conquista y en la que invirtieron más de 15 años.

Informante moderno

“Sería muy pretencioso decir que le he enseñado al doctor León-Portilla, probablemente le he sido muy útil en la lengua hablada, pues como él la estudio en los libros no tenía una idea muy exacta de cómo se pronunciaban las cosas y es verdad que se aprende mejor cuando uno escucha al hablante de la lengua materna”, dice el escritor en entrevista con EL UNIVERSAL .

Su modestia es tal que niega ser el informante del historiador Miguel León-Portilla, y rápido señala: “Yo más bien lo que he hecho con él es traducir, porque en esa situación nos ayudamos los dos”. Asegura que en la actualidad, muchas veces hacen sus traducciones y luego se las mandan para obtener el comentario del otro.

“Claro que yo soy el que más necesita, él tiene una cultura enciclopédica, él me ha ensañado a no utilizar palabras rimbombantes, sino palabras sencillas, modestas, que todo el mundo puede entender. En ese sentido, le debo mucho a él. Si mis traducciones salen bien es que él me enseñó bastante bien y si salen mal pues ya es cosa mía”, dice.

Incansable investigador del náhuatl, idioma que hablaba poco en su infancia, Librado Silva entró a la preparatoria y comenzó a desear escribir en su lengua; por eso buscó, junto con varios amigos nahuahablantes, al doctor León-Portilla; querían que les aclarara sus dudas respecto a la gramática y a la conjugación de los verbos en náhuatl.

Recuerda que lo conoció en la década de los 70, pero fue en 1980 que comenzaron una fructífera amistad y colaboración que aún continúa. Lo primero que hizo León-Portilla fue invitarlo a colaborar en la traducción de unos textos que habían sido recogidos por Fray Andrés de Olmos y que él había fotocopiado en Estados Unidos.

“Me enseñó bastante bien, ahora puedo decir que he tenido el mejor maestro en materia de traducción y si éstas no me salen bien ya no es culpa del maestro, es que soy medio corrientón en esas cosas”, señala entre risas.

Aunque es rejego en cuanto a aceptar que sus conocimientos del náhuatl son altísimos y que ha sido fundamental para el trabajo de León-Portilla, Silva Galeana acepta que siempre ha tratado de investigar todo respecto a su lengua, al grado de que en ocasiones cansaba a sus padres con tantas preguntas sobre cómo se decía tal o cual cosa.

“Siempre sentí la preocupación por ser más o menos purista, lo he aprendido a fuerza de estar insistiendo mucho en ello y he avanzado bastante, lo conozco bastante bien. Por lo menos es una idea que yo me hago”, señala.

Entre sus orgullos también está la inteligencia que heredó de su padre, que fue muchas cosas: campesino, comerciante “para no vivir en la miseria” y también se dedicó a la política.

“Él tenía una gran capacidad para hablar, en eso creo yo que nunca me le asemejaré, porque él era brillantísimo como orador, tanto en español como en lengua náhuatl, yo lo escuché mucho, ya siendo yo profesionista lo oía hablar y me sorprendía... Era una persona muy brillante y de él aprendí mucho, le debo mucho, he tenido la suerte de tener un padre que me encaminó. Mi madre también me enseñó muchas cosas en relación a la lengua”, asegura el coautor de In yancuic nahua tlahtolli. Relatos y cantos en náhuatl

Reconocimiento de lo indígena

Detrás de esa sonrisa presente siempre en el rostro del escritor, hay una conciencia de clase; no sólo enseña náhuatl para que su lengua viva, también lo hace porque concibe que en los centros educativos es donde puede hacerse mucho para la salvaguarda de nuestra cultura y nuestras lenguas indígenas.

“El joven del campo, que tiene una lengua indígena siempre ha vivido marginado, siempre le han dicho ‘indiote, tú hablas tu lengua y si no hablas el español no vas a poder llegar a la ciudad y si vas a la ciudad todos te van a ver como un enterrado’. Desde ese punto de vista, la posición de los universitarios puede ayudar más al desenvolvimiento y a la supervivencia de las lenguas indígenas”, es el credo de Silva Galeana.

El estudioso del náhuatl antiguo y del náhuatl moderno es feliz cuando los universitarios, que incluso le mandan correos en náhuatl, quieren aprender su lengua; también lo es, cuando los nahuahablantes quieren enriquecerla, ambos buscan preservar lo indígena porque tiene un gran valor.

“Siempre hemos vivido separados, siempre hemos vivido marginados, siempre se nos ha considerado como muy poca cosa y eso nos tiene prácticamente acomplejados a muchos. Sin embargo, los que hemos podido, por lo menos medianamente, superar esa situación, estamos aquí tratando de hacer algo útil por nuestras culturas indígenas”, concluye el escritor.

Su anhelo: menos discriminación

Librado Silva Galeana dice que la Ley general de derechos lingüísticos de los pueblos indígenas y el Catálogo de las lenguas indígenas nacionales son una contribución muy importante, “pero nos engañamos si creemos que esa es la solución, porque la solución está en los mismos pueblos indígenas, si quieren conservar su lengua y su cultura, tendrán que sobreponerse a todas las limitaciones que hay”.

Él sabe que tendrán que reformularse los programas escolares desde el kinder, donde los niños aprendan que lo indígena tiene un gran valor. Recuerda que hace unos años el gobierno del Distrito Federal lo invitó a presentar una ofrenda de muertos en el Zócalo, también invitaron a actores y actrices. Hubo una actriz muy conocida que incluso ha hecho películas “de dizque indígenas” que a la hora de despedirse se estrechó la mano de todos, pero a él lo ignoró e hizo como si no existiera y se siguió de frente. “¿Para qué apantallar?, lo indígena en el fondo no lo quieren y lo desprecian, ¿cómo cree que me sentí? Imagínese un pobre campesino que viene aquí, sin más”, concluye el informante.

Librado Silva

Hallan otras esculturas milenarias en Chiapas

27 de julio de 2011 :: El Universal

Chiapas aumenta su acervo arqueológico tras el reciente hallazgo de tres esculturas prehispánicas de más de mil años de antigüedad, una de ellas encontrada por la ciudadanía de Chiapa de Corzo y las restantes en el municipio de Tonalá y en inmediaciones del río Grijalva.

Emiliano Gallaga, titular de la Delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Chiapas, informó que estas piezas podrían ser de las culturas zoque y chiapaneca, que tal vez formaron parte de elementos decorativos de templos o figuras rituales.

Agregó en un comunicado de prensa difundido por el INAH, que estas piezas formarán parte de una exhibición temporal que el INAH presentará en septiembre en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo Regional de Chiapas, donde mostrarán al público los objetos encontrados en las investigaciones arqueológicas realizadas en los últimos 10 años, en Palenque, Bonampak, Iglesia Vieja, Lagartero, Chiapa de Corzo y Tenam Puente.

Refirió que una de las esculturas fue encontrada y reportada por el señor Federman Castro Hernández, un reflejo de que la comunidad está consciente de la importancia de resguardar, restaurar y exhibir este tipo de patrimonio cultural.

Gallaga detalló que dicha pieza -de casi un metro de altura- fue recibida en mayo, después de que personal de INAH hiciera el peritaje correspondiente y determinara la originalidad y antigüedad de la misma; fue encontrada en un predio agrícola de la localidad de Narciso Mendoza, en el municipio de Chiapa de Corzo.

Por su manufactura y material, los arqueólogos consideraron -preliminarmente- que la escultura puede ser de la antigua cultura chiapaneca, la cual habitó la región de lo que hoy es la Depresión Central de Chiapas, alrededor del año 700 después de Cristo y hasta la llegada de los españoles a ese sitio en 1528.

La escultura de piedra metamórfica representa a un hombre en cuclillas con la mirada hacia arriba y las manos apoyadas sobre las rodillas. En la talla destacan detalles como la oquedad del arco de los pies, así como las comisuras de la boca y los ojos, también se cree sea un personaje alado, ya que sobre la espalda lleva lo que podrían ser alas, y debajo de las manos se ve un par de extensiones puntiagudas que podrían representar las garras de un ave.

Aunque también, dijo el arqueólogo pudiera ser un hombre con un mecapal con plumas (faja que se pone en la frente para cargar a cuestas), aunque no presenta la banda en la frente.

Refirió que la escultura, cuyo peso es de 400 gramos, quizás fue utilizada como elemento decorativo en alguna ceremonia religiosa, pero, por la indumentaria que tiene, es posible que se trate de la imagen de una deidad, o de un individuo involucrado en algún ritual dedicado a alguna divinidad.

Otra de las piezas de reciente hallazgo, es una lápida prehispánica -de un metro de alto, 40 cm de ancho y 10 cm de espesor-, encontrada a mediados de junio por trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) durante labores de mantenimiento en las líneas eléctricas de la presa Chicoasén, que se ubica sobre el río Grijalva.

Esta losa tiene grabado un diseño esgrafiado, que es poco visible por el alto grado de erosión que presenta, pero se aprecia a un personaje, posiblemente la representación de una ave, de la que se pueden ver sus garras, algunas plumas de la cola, y parte de un ala y del cuerpo; falta la cabeza, ya que la pieza se halló fragmentada, mencionó.

La tercera y último objeto recientemente descubierto, es un elemento arquitectónico hecho en granito, hallado durante la más reciente temporada de excavaciones en la Zona Arqueológica de Iglesia Vieja, ubicada en el municipio de Tonalá, a 11 kilómetros al norte de la Costa del Pacífico, próxima a abrirse al público.

Dicha escultura zoque -de 89 cm de largo, 28 de alto y 14 de espesor- se encontró durante los trabajos de limpieza y conservación de un posible altar prehispánico y tiene esculpida la cabeza de un águila de perfil, dicha ave, junto con el jaguar fueron animales de gran simbolismo dentro de varias culturas -entre ellas la zoque- durante periodo Clásico Temprano (250-400 d. C.), por lo que se ha determinado que su antigüedad data de ese lapso.

Las tres piezas estarán bajo resguardo del Centro INAH-Chiapas y del Museo Regional de esa entidad y serán incluidas en diferentes colecciones museísticas del estado, una vez terminados los procesos de análisis de cada una de ellas.

Narciso Mendoza

martes, 9 de agosto de 2011

Orígenes

Un acercamiento al Pensamiento y Ritos Indígenas Contemporáneos.


Hallan momias rarámuris en cueva de la sierra Tarahumara

Notimex :: 01 agosto de 2011 :: La Jornada

Chihuahua, Chih. Dos cuerpos humanos momificados y un esqueleto de ancestros rarámuri fueron encontrados en la cueva El Gigante, en la sierra Tarahumara de Chihuahua, estos cuerpos se suman a otros ocho que se descubrieron el año pasado y que pueden ser parte de un cementerio prehispánico.

Los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que descubrieron las momias explicaron que éstas tienen una antigüedad de entre 800 y 1000 años y que “la mayoría de los cuerpos se encontraron en posición fetal, y tienen evidencias de que fueron envueltos con mantas de algodón y de fibras vegetales”.

El Gigante


Rescatan osamentas zoques de más de 2,000 años

Boletin INAH :: 14 de julio de 2011 ::

En el municipio de Berriozábal, Chiapas, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) realizaron el salvamento arqueológico de tres osamentas de filiación zoque con más de dos mil años de antigüedad; los especialistas identificaron a un hombre y una mujer de aproximadamente 38 y 42 años de edad, y un bebé con seis o siete meses de gestación, que pudieron conformar una familia de elite durante el apogeo de esta milenaria cultura.

El arqueólogo Víctor Manuel Ortiz, investigador del Centro INAH-Chiapas, indicó que este entierro ayudará a delimitar el área que ocuparon los antiguos zoques en el Valle del río Grijalva, territorio que habitaron desde el periodo Preclásico hasta el Posclásico (200 a.C. - 1521 d.C.), y donde se han detectado gran cantidad de montículos que aún no se exploran.

Los restos óseos se hallaron durante el rescate arqueológico realizado en un predio particular en el Barrio de San Andrés, del municipio de Berriozábal, después de que el dueño del terreno encontrara un conjunto de huesos al realizar excavaciones para hacer una fosa séptica. Las osamentas se hallaron en diciembre de 2010, y recientemente se obtuvieron los primeros resultados de los estudios hechos por el INAH, con los que se han determinado algunos aspectos de la identidad de los individuos.

“Al momento de hacer el rescate arqueológico, encontramos el entierro alterado, pues las osamentas ya habían sido movidas de su posición original, lo que nos dificultó el primer análisis. Sin embargo, a partir de fragmentos de cerámica encontrados y dos vasijas completas que acompañaban los restos, pudimos determinar que estos pertenecen a individuos de la cultura zoque”, explicó el arqueólogo.

“La cerámica localizada es característica de la cultura zoque, que habitó a lo largo y ancho del Valle del río Grijalva —desde lo que hoy es el pueblo de Pichucalco, al norte de Chiapas, hasta Comitán, al sur del estado—; lo cual refiere que hubo intercambio comercial o asentamientos zoques en esa área, pues la alfarería fue una de sus principales actividades, e incluso esta cultura debe su nombre a este oficio, que traducido al español significa ‘manos sucias’, en alusión a los constantes procesos que llevaban a cabo para crear diversos utensilios de cerámica cocida”, abundó el arqueólogo Víctor Manuel Ortiz.

El investigador del Centro INAH-Chiapas añadió que también por el tipo de cerámica encontrada, se ha determinado preliminarmente la posible antigüedad de los restos óseos, los cuales quizá datan de entre 200 a.C. y 400 d.C. —época de esplendor de los zoques—, es decir, podrían corresponder a los periodos Preclásico Terminal (200 a.C.-200 d.C.) o Clásico Temprano (200-400 d.C.), pero aún falta realizar pruebas de carbono 14 para determinar la temporalidad exacta de las osamentas.

Los restos óseos de las osamentas adultas —que corresponden a un hombre y una mujer de entre 38 a 42 años de edad— son: radios, cúbitos, húmeros, clavículas, omóplatos, falanges, fémures, tibias, peronés, algunas costillas y vértebras, ambas mandíbulas y los cráneos fracturados e incompletos.

Respecto a la osamenta del infante, únicamente se hallaron: una clavícula, un radio, un húmero y un cúbito. De acuerdo con el antropólogo físico Javier Montes de Paz, del Centro INAH-Chiapas, es posible que los huesos restantes se deshicieron dada su fragilidad, y por efecto de la desintegración del cuerpo de la madre, pues quizá el niño aún se encontraba en su vientre, con apenas seis o siete meses de gestación.

Asimismo, el antropólogo comentó que a partir de un segundo análisis realizado a los restos óseos en abril de este año, se cree que los individuos pudieron pertenecer a la élite de la cultura zoque o a grupos de alto estatus, “pues las osamentas poseen ciertos rasgos culturales, que eran propios de los individuos de alto rango de esta antigua civilización, como la deformación craneana y la limadura de los dientes”.

Al respecto, Montes de Paz, destacó que “se detectó un rasgo físico relevante, el hundimiento óseo en el occipital o parte inferior trasera del cráneo (lesión suprainiana), que es la huella principal que deja el uso de tablas o cerámica en la cabeza para comprimirla, y con ello provocar la deformación craneal”.

Además, con estos primeros estudios se lograron determinar algunos rasgos patológicos de los personajes, como el cierre del orificio auricular (exostosis auditiva) en el individuo varón, que pudo ser consecuencia de la realización constante de actividades acuáticas, o debido a un proceso infeccioso severo u otitis.

El antropólogo físico Montes de Paz abundó que también se han identificado huellas de procesos osteoartríticos en las vértebras, particularmente desgastes, como consecuencia de las actividades que realizaron los individuos.

Actualmente, los huesos son resguardados en el Centro INAH-Chiapas, bajo el cuidado del arqueólogo Víctor Manuel Ortiz y el antropólogo Javier Montes de Paz, quien adelantó que posteriormente se realizarán estudios de ADN para determinar si existe una filiación biológica entre los individuos encontrados, y con ello confirmar o descartar la hipótesis de que se trate del entierro de una familia nuclear.

Berriozabal



Halla INAH relieve olmeca con imagen de tres felinos

Cultura ::
Un grupo de arqueólogos mexicanos descubrió un relieve de piedra de la cultura olmeca con la imagen de tres felinos, de más de una tonelada y media de peso y cuya antigüedad es de unos dos 800 años, informó hoy el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

El hallazgo tuvo lugar en la zona arqueológica de Chalcatzingo, en el municipio Jantetelco, en el estado de Morelos, "el único sitio prehispánico que se conoce en el centro de México con grandes bajorrelieves", indicó el INAH en un comunicado.

La obra -de más de 1.5 metros de altura- fue descubierta a finales de abril pasado en la falda norte del Cerro Gordo o Chalcatzingo, cuando los arqueólogos construían un muro de contención y techos de protección para los demás monolitos de la zona.

En la piedra se ven tres felinos labrados de perfil, sentados, mirando al oeste, y rodeados por grandes volutas. Todos exhiben en los maxilares superiores un gran colmillo, y cada uno presenta diseños distintos en la cabeza.

El relieve se halló fragmentado en 11 partes, por lo cual los expertos mexicanos tuvieron que restaurarlo durante mayo y junio, y sólo ahora es posible "admirar la tríada de los felinos de manera íntegra", explicó el organismo.

Desde las primeras exploraciones iniciadas en los años 30, en Chalcatzingo han sido descubiertos hasta ahora 41 monumentos, cuatro de los cuales tienen figuras de felinos, animales temidos y venerados por los olmecas, quienes habitaron ese lugar entre los años 800-500 a.C., un periodo conocido como el Preclásico Medio.

Los expertos creen que los olmecas, la primera civilización americana que dejó arquitectura y escultura monumental, construyeron un friso a lo largo de todo el cerro Chalcatzingo.

La civilización Olmeca se desarrolló entre el año 1.800 antes de Cristo hasta el año 400 de aquella misma era en la zona que hoy ocupan los estados de Veracruz y Tabasco, y posteriormente hay trazas de grupos que habitaron en los estados de Morelos, Chiapas y Guerrero.

El estilo artístico olmeca se caracteriza por mostrar piezas de gran tamaño, la mayoría hechas con basalto, así como pequeñas figuras realizadas con jade y piedras verdes.

Para restaurar la tríada de los felinos (de más de 1.5 metros de altura, 1.10 metros de ancho y 40 centímetros de profundidad), los arqueólogos tuvieron que crear un sistema de pernos para sostener su peso (1.600 kilogramos), unir los fragmentos con una resina especial y resanar la superficie con polvo de piedra y cal.

El arqueólogo Mario Córdova, delegado del Centro INAH-Morelos, explicó que faltan "estudios iconográficos" de las piezas talladas de Chalcatzingo, por lo que próximamente iniciará un registro tridimensional de los relieves con el apoyo de académicos de la Universidad de Florida del Sur, en Estados Unidos.

Recientemente otro relieve -de 3.2 metros de ancho por 1.6 metros de alto, conocido como La Procesión o Los Olmecas Caminantes (800-500 a.C.)-, fue sacado a la luz después de que los investigadores cortaron una roca que estaba al frente y lo ocultaba.

En esa obra se muestran cuatro figuras de hombres ricamente ataviados, todos de perfil, tres de pie y uno recostado.

Chalcatzingo


Teotihuacán también fue hogar de zapotecas

Abida Ventura :: 12 de julio 2011 :: El Universal

Los vestigios arqueológicos recuperados del sector urbano conocido como el Barrio Oaxaqueño de la antigua ciudad de Teotihuacán, a tres kilómetros de la zona arqueológica, tendrán en 2012 un espacio museográfico propio, que exhibirá elementos relacionados con un grupo de origen zapoteca que se asentó en el valle de Teotihuacán durante la época Clásica.

Producto del trabajo que un equipo multidisciplinario de especialistas del INAH realiza desde 2008 en el sector localizado en la colonia El Mirador del municipio de San Juan Teotihuacán, el museo dará cuenta de la presencia de la cultura zapoteca en Teotihuacán. Una cultura “que se integró a la sociedad urbana manteniendo sus elementos de identidad étnica y dándole a la ciudad de Teotihuacán un carácter cosmopolita”, según la arqueóloga Verónica Ortega, directora del proyecto.

El museo, de apenas 200 metros cuadrados y cuyo financiamiento se desprenderá del 5% de ingresos que anualmente el municipio de San Juan Teotihuacán recibe de la venta de entradas a la zona arqueológica, exhibirá más de 300 piezas arqueológicas y un conjunto habitacional que dará cuenta de la variedad arquitectónica de esa civilización, caracterizada por el uso de pisos enlajados. Contendrá, además, una sección etnográfica que mostrará las tradiciones de la comunidad oaxaqueña que actualmente habita la zona.

“Son piezas inéditas que nunca han estado expuestas y que nos hablarán de la diversidad cultural en Teotihuacán. La gente podrá conocer una estructura con la plaza enlajada y su altar principal, para ver cómo eran las construcciones del Barrio Oaxaqueño. Tenemos un acervo con más de 300 piezas completas y toneladas de material cerámico y lítico”, dijo la arqueóloga en entrevista telefónica a EL UNIVERSAL.

La construcción de este museo, indicó Verónica Ortega, será resultado de los trabajos de investigación iniciados en 2008 con el fin de evitar daños a los vestigios y pérdida de material arqueológico que está causando el crecimiento urbano en esa área.

Hasta ahora se ha logrado estudiar ocho de los 40 conjuntos habitacionales localizados en ese sector, tres de los cuales habían sido parcialmente estudiados en la década de los 70.

En esas tres primeras estructuras arquitectónicas, comenta la arqueóloga, se habían encontrado tumbas de tradición oaxaqueña con ofrendas como vasijas efigie, similares a las halladas en Mote Albán, así como una tumba con un numeral zapoteco.

Pero a lo largo de los últimos cuatro años de trabajo, el equipo de Verónica Ortega ha logrado recuperar numerosos vestigios que muestran la interacción que las ciudades de Teotihuacán y Monte Albán mantuvieron durante un lapso de aproximadamente 300 y 400 años (del 50 d.C al 650 d.C).

“En los conjuntos habitacionales se ha descubierto un patrón arquitectónico donde predominan los pisos enlajados, como una especie de mosaicos de piedra, y a diferencia del resto de la ciudad de Teotihuacán, donde siempre hay plazas rodeadas de tres templos, en éstas solamente hay un templo en el lado oriente”, explica Ortega.

Se han hallado además varias tumbas totalmente selladas, con ofrendas con vasijas zapotecas, imitaciones de cerámica oaxaqueña realizada en Teotihuacán e incluso restos de perros domésticos. En una de esas urnas, durante la última temporada de trabajo se localizó una vasija que representa al dios del inframundo de los valles centrales de Oaxaca, conocido como Dios 5 F o “Dios con tocado de ave de pico ancho”.

También se han encontrado estructuras en forma de tinas, a las que se ofrendaban entierros con caracoles marinos y vasijas en formas de tortugas, que indica la práctica de rituales acuáticos. Además, los vestigios otorgan datos de que en esa área se asentó gente proveniente de occidente, de Michoacán y Guanajuato, lo cual ampliaba las redes de comercio y comunicación política de la antigua ciudad de Teotihuacán con regiones lejanas.

Otro descubrimiento importante es la constante presencia de perros domésticos, que los zapotecas consumían como alimento y que, además, ofrendaban en las tumbas.

Estos hallazgos, dice la arqueóloga, permiten reforzar la idea de que Teotihuacán era una metrópoli multiétnica que integraba a comunidades foráneas, en especial la zapoteca, que contrario a lo que se creía, se asentaron en el Valle de Teotihuacán desde las dos primeras fases de construcción de la ciudad: “Se creía que habían llegado en épocas tardías, ahora sabemos que desde el 100 d.C están presentes en los Valles centrales de Teotihuacán. Esto demuestra que el desarrollo de la sociedad de Teotihuacán siempre estuvo permeada e influenciada por lo que pasaba en otras regiones; no es un desarrollo aislado, comparte tradiciones con otras regiones de mesoamérica, sobre todo con los de la zona sur”.

Una coincidencia histórica

A pesar de la cantidad de vestigios e información arqueológica que se ha recuperado en ese sector urbano, Ortega asegura que algunos conjuntos arquitectónicos fueron afectados por la construcción de casas nuevas. Por eso, el INAH, en colaboración con el gobierno municipal de San Juan Teotihuacán y el del estado de México, ha logrado generar un plan urbano para proteger toda esa área. “Hay un proyecto de protección que además busca potencializar el paisaje cultural del Barrio Oaxaqueño, ya que se ubica en la ladera del Cerro Colorado, desde donde se observa un paisaje maravilloso hacia la Calzada de los Muertos y las Pirámides”, afirma la arqueóloga.

Más allá de la recuperación de la información arqueológica, dice Ortega, el proyecto se hace para ampliar la oferta cultural de Teotihuacán, para dar a conocer el patrimonio cultural a los habitantes de la zona, y para mostrar que desde tiempos prehispánicos y hasta la actualidad, en la zona hay presencia de gente oaxaqueña. “Queremos mostrar la relación multicultural en el Valle de Teotihuacán que hasta nuestros días se mantiene”, asegura.

Pero la presencia actual de una fuerte población oaxaqueña en la colonia El Mirador (unas 2 mil personas), en la misma zona donde hace cientos de años se asentaron sus antepasados zapotecas es sólo una “curiosa” coincidencia histórica.

“Los habitantes actuales de la zona llegan al valle de Teotihuacán en los 80 y curiosamente se asientan en el mismo lugar donde estuvo el Barrio Oaxaqueño. Esto se da porque ahí instalan el cuartel militar de la zona y la mayoría de la tropa provenía de Oaxaca; compran terrenos junto al cuartel militar y por eso ahora hay personas provenientes de la mixteca, de los valles centrales y de la sierra norte de Oaxaca”, explica.

Esta vinculación histórica ha abierto una línea de investigación etnográfica, la cual también será exhibida en el museo en 2012. “Los antiguos oaxaqueños traían sus propias urnas y enterraban a su gente en tumbas de tradición zapoteca; los habitantes de la comunidad actual tienen también sus propias fiestas y sus creencias religiosas propias”.

Por ahora, la cantidad de vestigios arqueológicos recuperados están siendo analizados en el laboratorio de la zona arqueológica de Teotihuacán, se prepara un libro con toda la información recuperada de la investigación y se encuentra en elaboración el proyecto arquitectónico de lo que será el museo de la cultura zapoteca en el valle de Teotihuacán, que además fortalecerá la creación de un corredor ecológico, turístico y cultural en el Barrio Oaxaqueño.

Teotihuacán