jueves, 23 de septiembre de 2010

Abrirán Zona Arqueológica en Huatulco


Boletín INAH :: 23 de septiembre 2010

Resultado de más de una década de investigación, labores de excavación y restauración, la Zona Arqueológica Bocana del Río Copalita, en Huatulco, Oaxaca, será abierta a la visita la próxima semana, conjuntamente con su Museo de Sitio. Este lugar prehispánico, cuyos orígenes datan de hace 2500 años, representó la frontera de los señoríos mixteco y zapoteco.

Ubicado a 10 kilómetros de la bahía de Huatulco, Copalita, como se le conoce comúnmente, es investigado desde 1998 por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta); el área que se abrirá al público corresponde al conjunto donde residió la clase gobernante durante los primeros seis siglos de nuestra era, y está compuesta por el Templo Mayor o Estructura IV, la Estructura II o Templo de la Serpiente, la Terraza 1 y el Juego de pelota, este último presenta piedras grabadas en bajorrelieve.

La puesta en valor de estos antiguos espacios deriva de 11 años de investigación y trabajos de conservación, cuya inversión asciende a 9.5 millones de pesos, aportados por el INAH y el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur). Bocana del Río Copalita es la cuarta zona arqueológica que se abre al público durante el sexenio del presidente Felipe Calderón.

Raúl Matadamas Díaz, director del Proyecto Arqueológico Bocana del Río Copalita, informó que las primeras ocupaciones de este lugar de la Costa de Oaxaca, se remontan alrededor del 500 a.C., por migraciones de grupos zoques procedentes de Chiapas, y zapotecos del istmo de Tehuantepec, que se asentaron en la desembocadura de este caudal que termina en el Océano Pacífico.

“No se ha determinado con precisión la filiación étnica de los antiguos pobladores de Copalita, porque como en toda región hay evidencias de varios grupos que transitaron por el lugar. Pero la mayoría de los materiales arqueológicos apuntan a que fue un área en la que convivieron zoques y zapotecos, probablemente bajo un gobierno corporativo.

“Se estima que el auge se dio en los primeros siglos de nuestra era, y decayó aproximadamente en el año 650, cuando fue abandonado el lugar. Posteriormente fue reocupado en el año 1000, y hacia 1100 quedó bajo sujeción del señorío mixteco de Tututepec, al que le tributaba”, detalló el arqueólogo del INAH.

Culturalmente —destacó Matadamas Díaz—, Copalita representó la frontera entre los señoríos mixteco y zapoteco, donde el río delimitaba cada demarcación. Así mismo, fue un sitio que controló la navegación costera, y es el único registrado hasta el momento que cuenta con un indicador de navegación, consistente en una estela de piedra ubicada en la parte alta de un acantilado, que servía para orientar los cayucos cuando estaban en mar abierto.

Así mismo, fue un lugar estratégico al estar asentado en la margen del río y la cercanía con el mar, “lo que les permitió aprovechar los recursos tanto del agua dulce como de la salada, siendo su principal actividad la pesca y la recolección de productos para consumo e intercambio con otros pueblos”.

En este sentido, el arqueólogo indicó que Bocana del Río Copalita sostuvo contacto comercial con los pueblos mayas del sureste, con zoques de lo que hoy es Chiapas, y con grupos del centro de México, particularmente con los teotihuacanos, además de haber sido un asentamiento contemporáneo de Monte Albán.

Se ha establecido que hacia el periodo de 200 - 600 d.C., Copalita ya celebraba intercambios con Teotihuacan, en razón de la presencia de obsidiana gris. “Además, la Zona Arqueológica de Bocana tiene un estilo arquitectónico similar al teotihuacano”, comentó Matadamas Díaz.

Copalita, deriva del vocablo náhuatl Copalitlan, que significa “Lugar de copal”, nombre que le asignaron los mexicas cuando llegaron al lugar. “Entre 1436 y 1464 Moctezuma I conquistó el pueblo de Huatulco, como lo relevan las fuentes históricas”.

El sitio arqueológico de Bocana del Río Copalita consta de 35 hectáreas, donde expertos del INAH han trabajado a lo largo de más de diez años en la exploración y restauración de las antiguas edificaciones que ahora el público podrá conocer, como la Estructura II o Templo de la Serpiente, denominado así porque durante su excavación se hallaron dos fragmentos de esculturas de piedra pulida con la forma de la cabeza de este reptil. Se estima que esta edificación ya estaba en uso en el año 200 d.C.

El Juego de pelota tiene 45 metros de longitud por 23 de ancho, y presenta semejanzas con la cancha de Monte Albán. Su arquitectura y materiales cerámicos asociados permiten suponer que data del año 200 d.C. y estuvo en uso hasta el año 400.

“En esta cancha se encontraron piedras grabadas en bajorrelieves con representaciones de jugadores que portan la indumentaria para el ritual, como protectores en brazos y caretas, además de sostener pelotas entre las manos”, detalló el arqueólogo.

La Estructura IV o Templo Mayor es una de las edificaciones más importantes por su altura de 15 metros, de la cual sólo se ha excavado su base, de 60 metros de largo por 50 m. de ancho y un espesor de 2.5 m. Esta construcción piramidal fue hecha sobre una loma natural a la que le hicieron modificaciones, y que fueron cubiertas con piedra bola de río. Aún no se ha precisado su temporalidad, pero se calcula que corresponde a la misma del Juego de pelota.

La Terraza 1 se compone de una plataforma con su rampa de escalinata, que probablemente fue la base de un templo que estaba dispuesto en el centro de un conjunto de terrazas habitacionales. Este elemento arquitectónico se ha ubicado cronológicamente hacia el año 500 a.C., es decir, corresponde a la parte más antigua de la ciudad.

El arqueólogo Matadamas Díaz indicó que durante la Conquista, entre 1522 y 1524, Bocana del Río Copalita fue sometida por Pedro de Alvarado, para luego quedar en manos de Antonio de Gutiérrez de Ahumada quien se convirtió en el encomendero de Huatulco. “De acuerdo con lo descrito en la Relación de Guatulco, de finales del siglo XVI, el sitio siguió ocupado durante el lapso de 1530 a 1535, y después la población comenzó a disminuir por problemas de salud”.

La puesta en valor de este lugar prehispánico, destacó, se reflejó además en la generación de empleos directos e indirectos para la población de las localidades: Barra de Copalita, Puente de Copalita, Bocana del Río y Santa Cruz.

Además de la apertura de la zona arqueológica se realizará inauguración del Museo de Sitio, donde se exhibirá parte de los objetos hallados durante las excavaciones. El lugar también fue dotado de señalización, área de servicios y estacionamiento.

La Zona Arqueológica Bocana del Río Copalita se ubica en el municipio de Santa Cruz Huatulco, a 10 kilómetros sobre la Carretera Escénica, hasta llegar a la comunidad de Bocana del Río Copalita.

Copalita

Cumple un siglo la zona arqueológica de Teotihuacan

Milenio : : 11 de septiembre del 2010 : :

Ciudad de México.- Hace 100 años, en medio de gran pompa y ante una comitiva internacional, el presidente de México Porfirio Díaz inauguró la zona arqueológica de Teotihuacan, como parte de las celebraciones por el centenario de la independencia mexicana.

El 13 de septiembre de 1910 unos 200 invitados, entre ellos políticos, científicos, diplomáticos y miembros de la alta sociedad de la época, fueron testigos de la apertura del primer sitio arqueológico en toda América, famoso por sus pirámides del sol y la luna.

Un siglo después los vestigios de esta urbe, una de las más influyentes y pobladas de Mesoamérica, son los más visitados de México y sólo son superados a nivel mundial por las pirámides de Egipto.

Su centenario será festejado con un coloquio, muestras y recorridos que permitirán ver los últimos hallazgos y avances en torno a este enigmático sitio, capital de la cultura teotihuacana (150 a.C- 650 d.C.) y ubicado 45 kilómetros al noroeste de Ciudad de México.

"Teotihuacan es el mejor caso arqueológico de México y uno de los más relevantes del orbe porque permite conocer y entender la planificación urbana, el desarrollo de las sociedades o el intercambio comercial a nivel mundial", dijo a DPA Sergio Gómez, investigador de esa zona arqueológica.

Los aztecas la encontraron abandonada en el siglo XIV. Maravillados por su monumentalidad la llamaron Teotihuacan, "ciudad de dioses" en náhuatl.

El tiempo la cubrió de maleza, como a los cerros. Sobrevivió al olvido por las crónicas indígenas. En 1987 la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad.

Su leyenda llevó a científicos de diversas nacionalidades y épocas a explorarla, como el alemán Alexander von Humboldt o el francés León Meheden, el primero en excavarla de manera exhaustiva en 1875.

En 1675 "Carlos de Sigüenza y Góngora cavó un túnel en la Pirámide de la Luna para comprobar que no eran montes", contó Claudia Guerrero, arqueóloga e historiadora.

La "ciudad de los dioses" fue una urbe multiétnica con relaciones comerciales con otros pueblos mesoamericanos. En su apogeo (200-500 d.C.) congregó a unos 200.000 habitantes en 23 kilómetros de extensión.

Hoy en día el área estudiada y recuperada apenas representa el cinco por ciento de su territorio, cubierto esencialmente por poblaciones rurales. No obstante, es la zona arqueológica más explorada de México.

Durante su inauguración sólo era visible la Pirámide del Sol y el museo de sitio, creado para el magno evento con el que Porfirio Díaz pretendía mostrar la grandeza "arrebatada por los españoles".

Aunque en 1885 comenzó a ser explorado formalmente, fue sólo en 1905 cuando el arqueólogo Leopoldo Batres recibió la orden de acondicionar la zona en el marco del 17 Congreso Nacional de Americanistas que se celebró en 1910.

"El gobierno mexicano invitó a los congresistas a visitar las zonas arqueológicas de Xochicalco (estado de México) y Mitla (Oaxaca), donde también hubo trabajos, pero sobre todo a Teotihuacan con motivo del centenario de la Independencia", explicó Guerrero, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El último hallazgo ha sido un túnel de 1.800 años de antigüedad y 110 metros de largo a los pies del Templo de la Serpiente Emplumada.

Esta oquedad pudo ser considerada como la entrada al inframundo o el sitio donde reposarían los restos de los gobernantes teotihuacanos.

Según Gómez, director del proyecto Tlalocan que estudia el túnel, otro enigma teotihuacano es la falta de una cancha de juego de pelota, vinculada con el pensamiento religioso y la creación del universo.

"Todas las ciudades prehispánicas de México tienen una cancha. En Teotihuacan no se ha localizado esta estructura de gran importancia para la cosmovisión indígena", planteó el investigador del INAH.

En tanto, el 23 de septiembre abrirá la muestra "Museo de Sitio, 100 años de historia" para exhibir 32 fotos que narrarán la historia del sitio arqueológico.

Ese mismo día iniciará un ciclo de conferencias que durará hasta octubre, impartidas por expertos sobre cultura teotihuacana, quienes ofrecerán recorridos por la que fue la sede de su imperio.

En Teotihuacan aparecen los primeros rasgos de Tlaloc. Así que para mostrar la importancia del dios de la lluvia de todos los pueblos prehispánicos en mayo de 2011 será inaugurada la muestra "Tras las huellas de Tlaloc".


Teotihuacan

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Asocian sitios arqueológicos de Querétaro con Tajín



Boletín INAH : : 6 septiembre 2010

Cuando los arqueólogos exploraron el Edificio 3 del Juego de Pelota III, en el sitio prehispánico de Ranas, en la Sierra Gorda de Querétaro, era tal el derrumbe de piedra que nunca se imaginaron encontrar debajo de esos escombros una maravilla esculpida: un friso grabado con elementos semejantes a los que hay en la Zona Arqueológica de El Tajín, en Veracruz.

Estudios recientes de varias de las piezas de dicho friso, han permitido determinar algunos patrones estéticos y religiosos hasta ahora desconocidos en la arquitectura de esta antigua ciudad la cultura serrana, que se asentó en lo que hoy es Querétaro.

“En los personajes grabados en las piezas del friso de Ranas, como ocurre con el Panel 6 del Tablero de El Tajín, se observa que la figura humana está tratada de manera esquemática, sencilla, plasmada con una línea muy suave y redondeada; este mismo tratamiento lo tenemos en los grabados que aparecen en las piezas del friso localizado en la Zona Arqueológica de Ranas”.

Así lo explicó la arqueóloga Margarita Velasco Mireles, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), durante su reciente participación en el V Coloquio de Arqueología, “Simbología y Religión en el México Antiguo”, desarrollado en el Museo del Templo Mayor.

“El estudio de las piezas que conforman el friso de Querétaro determina una nueva visión del manejo de conceptos, patrones estéticos y religiosos que se desconocían en la cultura serrana, en tanto que se trata de ciudades de construcciones monumentales y de líneas sobrias, con pocos elementos decorativos e iconográficos que permitan establecer características estéticas particulares”.

La arqueóloga detalló que tanto los sitios de Ranas como Toluquilla, son dos de las ciudades prehispánicas más importantes de la antigua cultura serrana, con una arquitectura de imponentes dimensiones y perfectamente adaptada a las condiciones topográficas de una región montañosa como es la Sierra Gorda.

La gente que las habitó se dedicó además de la agricultura a la minería, especialmente a la explotación de “cinabrio”, pigmento de color rojo derivado del mercurio, que tuvo gran demanda entre los pueblos prehispánicos, señala la arqueóloga. “El trabajo en las minas era muy especializado y requería de gran esfuerzo; los pobladores de Ranas era gente acostumbrada al trabajo duro y sus ciudades son reflejo de ello, los detalles finos o delicados son escasos dentro de lo masivo de sus construcciones”.

Especificó que se tiene la evidencia de elementos iconográficos en vasijas de otras regiones, como Guanajuato, pero en el caso del friso de Ranas —que fue descubierto en 1986—, “su iconografía alude a interpretaciones locales de elementos como el símbolo “ollin”, con el que se representaba el movimiento, asociado en este caso a la movilidad de la pelota de hule en el ritual del juego de pelota”.

En relación a los sistemas de construcción, Velasco Mireles destacó la presencia de talud-tablero-cornisa como un elemento característico de una etapa temprana en el desarrollo arquitectónico de Ranas, comparables con elementos constructivos de otros sitios de Mesoamérica, como El Tajín o Xochicalco, que corresponden a la misma etapa cronológica del Epiclásico (600-900 d.C.).

Destacó que el uso del friso como elemento constructivo fue común durante el periodo Epiclásico en diversas ciudades mesoamericanas de los actuales estados de Oaxaca, Morelos, Veracruz y el área maya.

Por eso la presencia de un friso en la arquitectura serrana es tan importante; explicó que estas piezas se encuentran en exhibición en el Museo Regional de Querétaro, después de un proceso de restauración y consolidación, toda vez que el tiempo y la humedad propia de la sierra provocó su deterioro.

Se trata de diversas piezas de diferentes tamaños y grosores, algunas completas y otras fragmentadas, que en conjunto componen un friso con que los antiguos habitantes de Ranas decoraron el Edificio 3 del Juego de Pelota III.

Explicó que las piezas fueron talladas en un material calizo sumamente frágil. Otro aspecto que estudia Velasco Mireles es la técnica para acomodar los frisos en los muros de los edificios tomando como ejemplo otros casos de frisos decorados con bloques de piedra trabajados de manera individual.

“Los paneles de figuras de otras ciudades prehispánicas están perfectamente tallados, pero estos de Ranas no, su factura no es homogénea ni en tamaño ni grosor, falta hacer un estudio más a fondo para verificar si se trata de piezas tallados para ser acomodadas en un panel o empotradas en la estructura de un edificio”.

Comentó que hasta el momento en la zona de Ranas, este tipo de piezas sólo se han encontrado en el Edificio 3 del Juego de Pelota III, sin embargo, considera que debió haber frisos en otros puntos de la ciudad en tanto que ha identificado fragmentos en materiales de relleno y derrumbe.

Así mismo, advierte que el Edificio 41 del sitio Ranas tiene un escalonamiento especial porque parece presentar un espacio vacío donde puedo haber tenido incrustado un elemento decorativo; “mi idea es que este espacio era usado para empotrar un friso”.

En lo que se refiere al Juego de Pelota, la arqueóloga dijo que formaba parte de la vida cultural y religiosa de las culturas de la Sierra Gorda tanto por su ubicación dentro de la ciudad como por su número.

“Las sociedades diseñaron espacios peculiares, como áreas grandes dentro de un terreno montañoso, lo que da cuenta la importancia de las actividades que se desarrollaban en la ciudad. En Ranas existen tres juegos sobre la misma meseta y en Toluquilla hay cuatro, son espacios ceremoniales que formaban parte del eje de las urbes y de su vida cotidiana”, concluyó.

Sierra Gorda Querétaro

Elite maya producía artesanía exclusiva



Boletín INAH : 06 de Septiembre 2010

Análisis realizados a objetos de conchas de moluscos hallados en la Pequeña Acrópolis de la Zona Arqueológica de Yaxchilán, en Chiapas, revelan la posibilidad de que en los palacios mayas se llevaran a cabo actividades artesanales especializadas, aparentemente por miembros de las elites y no por grupos de bajo rango o foráneos como solía acostumbrarse.

Los investigadores Adrián Velázquez Castro, Belem Zúñiga Arellano y Norma Valentín Maldonado, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), realizaron el estudio de una colección de 76 elementos de conchas de moluscos, de los cuales se identifican gasterópodos y bivalvos, que en su momento fueron recuperados por el arqueólogo Daniel Juárez en esa área palaciega de dicho sitio prehispánico.

De acuerdo con el doctor Adrián Velázquez, adscrito al Museo del Templo Mayor, el objetivo de dicho trabajo es aportar, desde la base del estudio del material conquiliológico (de las conchas de los moluscos), un soporte para la definición de las actividades desarrolladas al interior de las cortes, en este caso mayas.

“Es probable que muchos de los elementos producidos en la Pequeña Acrópolis de Yaxchilán, se encuentren en el resto del sitio, en contextos funerarios de la nobleza. Si realmente esta parte de la ciudad fue un centro productor de estos bienes, a cargo de una elite secundaria, es probable que muchos de ellos fueran a dar a otros contextos, quizá de los linajes mayas”, comentó.

Yaxchilán se ubica sobre un amplio meandro, en la margen izquierda del Usumacinta; al parecer la urbe se configuró al seguir el mismo trayecto descrito por el río, alcanzando su auge entre 550 y 900 d.C. En lo que respecta a la Pequeña Acrópolis, ésta se trazó con miras a mantenerla relativamente aislada de las áreas públicas, ello explica que su acceso principal se abra hacia el río.

La Pequeña Acrópolis ocupa la cima de un afloramiento rocoso que se acondicionó mediante un sistema de terrazas y una gran plataforma en la parte superior, para albergar 16 edificios que se organizaron en función de tres espacios abiertos: una terraza que se extiende al frente, un amplio patio central situado en la posición más elevada, y un pequeño patio secundario abierto al oeste.

Velázquez explicó que si bien la colección analizada de conchas de moluscos es poco cuantiosa, es rica en su variedad, toda vez que proceden tanto de la Provincia Panámica o Pacífica (bahía de Baja California, México, hasta Cabo Blanco, Perú), que de la región Caribeña.

Inclusive hay especies como Spondylus princeps y Spondylus calcifer, las cuales debieron obtenerse mediante buceo pues se hallan a profundidades que alcanzan hasta los 30 metros.

“La selección de materiales demuestra que la intención era conservar la ornamentación y las coloraciones características de los moluscos, por ejemplo, el tono violáceo del Spondylus calcifer”, señaló el especialista del INAH.

Asimismo, en cuanto a conchas locales hay bivalvos de agua dulce, de color nacarado, que proceden del río Usumacinta y sus afluentes, además de algunos caracoles terrestres propios de la región.

Estas conchas de moluscos fueron usadas para elaborar artefactos ornamentales y utilitarios. Pueden enlistarse cuentas, pendientes que conservan la forma natural de los caracoles y otros modificados, pectorales; incrustaciones circulares y una cuadrada en Spondylus calcifer en la que se representó el glifo emblema de Yaxchilán, y otras que no son geométricas; una orejera antropomorfa y un fragmento de anillo.

De tipo utilitario se tiene una trompeta miniatura hecha en Strombus alatus. También hay otros materiales de los que aún no se ha definido su uso: placas incisas, bivalvos desgastados y fragmentos conchas con evidencia de trabajo.

De todo este acervo, compuesto por 76 elementos de conchas de moluscos, se analizaron las huellas de manufactura para determinar el tipo de herramientas y procesos que se utilizaron en cada caso, ello mediante microscopía electrónica de barrido que sirve para el análisis de las marcas superficiales de los materiales.

“Se encontró una gran homogeneidad tecnológica en la colección que se estudió. Las herramientas identificadas a través del análisis de las huellas de manufactura corresponden a las que se han hallado en el sitio arqueológico: artefactos de materiales locales, como metate y manos de arenisca, así como pulidores de pedernal, Sólo encontramos dos piezas con la huella de perforadores de pedernal”.

“En el sitio también han aparecido materias primas foráneas como la obsidiana de la que se reportan gran cantidad de artefactos, particularmente en la Pequeña Acrópolis. También se han hallado rocas ígneas como basalto y andesita, lo que no hace extraño el hallazgo de la ceniza volcánica como abrasivo para perforar, ya que sabemos que de zonas volcánicas estaban llevando materiales”, concluyó Velázquez Castro.

Yaxchilán

lunes, 6 de septiembre de 2010

Extraen esqueleto de más de 10 mil años en cenote de Q. Roo

CIUDAD DE MÉXICO, México, ago 24, 2010.- Uno de los esqueletos humanos más antiguos de América, que vivió durante la Era de Hielo hace más de 10 mil años, fue extraído por especialistas mexicanos de una cueva inundada de la Península de Yucatán, junto con toda la información que guardó por siglos, y que revelará nuevos datos sobre el poblamiento del continente.

El Joven de Chan Hol, como ya se le conoce entre la comunidad académica por el escaso desgaste del esmalte de sus dientes -que indica corta edad-, es el cuarto esqueleto de uno de nuestros predecesores más remotos en el continente americano, estudiado dentro de un proyecto de investigación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Luego de casi tres años de estudios in situ, a fin de no perder información, la osamenta de Chan Hol fue traída a la superficie por un grupo de expertos encabezado por el biólogo Arturo González, coordinador del proyecto Estudio de los Hombres Precerámicos en la Península de Yucatán y director del Museo del Desierto de Coahuila, con la participación de los espeleobuzos Eugenio Acévez, Jerónimo Avilés y Luis Martínez, del naciente Instituto de la Prehistoria de América, bajo el auspicio del INAH.

El Joven de Chan Hol, así llamado por el nombre del cenote donde se encontró, fue "rescatado" cueva adentro a 542 metros de longitud y 8.3 de profundidad, en una caverna donde abundan estalagmitas y a la que sólo se llega por intrincados laberintos, también inundados y completamente oscuros.

Los antropólogos físicos de la UNAM que lo analizaron en superficie piensan que el cuerpo fue colocado en la cueva en una ceremonia funeraria realizada al final del Pleistoceno, cuando el nivel del mar estaba 150 metros más abajo, y antes de que se inundaran esas cavernas que, probablemente, el Joven de Chan Hol conoció y recorrió secas.

El esqueleto de Chan Hol fue colectado en 60 por ciento de su totalidad, con huesos representativos de las cuatro extremidades, vértebras, costillas y cráneo, así como varios dientes, lo que para los antropólogos físicos "es estupendo" ya que cuando se trata de ejemplares de 10 mil años generalmente sólo se encuentra el cráneo o la mandíbula y, con suerte, un 20 o 30 por ciento de la osamenta.

Junto con los esqueletos de la Mujer de Naharon, La Mujer de las Palmas y El Hombre del Templo, descubiertos también en el interior de cuevas inundadas cercanas a Tulum en años recientes, el Joven de Chal Hol es pieza clave para entender el poblamiento de América, ya que fortalece la hipótesis de que el continente americano se pobló a partir de varias migraciones provenientes de Asia.

Arturo González, especialista en paleobiología, detalló que estas cuatro osamentas, halladas en cuevas inundadas de Quintana Roo, "revelan migraciones procedentes del sureste asiático anteriores a las conocidas hasta ahora como grupos clovis, que habrían cruzado desde el norte de Asia, también por el Estrecho de Bering, al final de la Era de Hielo.

"Nuestros fechamientos -añade- han comprobado que las osamentas colectadas en estas cuevas pertenecen a individuos de grupos preclovis, y se enmarcan dentro de los escasos restos humanos del Pleistoceno Terminal americano, cuyas características físicas se asemejan a la gente del centro y sur de Asia, lo que sugiere diversas migraciones hacia el continente".

El primer dictamen de antropología física, practicado por los antropólogos físicos Alejandro Terrazas y Martha Benavente, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, indica que se trata de un adulto joven posiblemente de sexo masculino; en tanto que la posición en que se encontraba: piernas flexionadas a la izquierda y brazos extendidos a ambos lados del cuerpo, la consideran una de las "novedades más interesantes por estudiar" ya que hasta ese momento no se había encontrado un esqueleto en postura similar.

Los huesos de El Joven de Chan Hol deberán reposar varios meses hasta consolidarse, antes de ser sometidos a estudios morfoscópicos (de la forma de los huesos y cráneo) para confirmar si comparte características morfológicas y físicas con los otros tres esqueletos extraídos de las cuevas; también comprobarán su antigüedad, sexo, causas de fallecimiento y edad al morir. Asimismo, se intentará una datación precisa por Carbono 14, y le aplicarán estudios de imagenología, es decir, tomografías para estudiar la composición, densidad y formas interiores de la estructura ósea.

ANCESTROS BAJO EL AGUA

La historia comenzó en 2006, cuando una pareja de espeleobuzos alemanes, de apellido Thursten, descubrió el esqueleto mientras reconocían la cueva de Chan Hol (hoyo pequeño en maya); entonces era un sitio recién explorado y ellos estaban buscando añadir más tramos a la "línea de vida", es decir la cuerda guía que colocan los buzos para no perderse al interior de la cueva, cuando vieron los restos óseos. Dieron aviso al Centro INAH en Quintana Roo y de inmediato comenzó el registro.

Llevar al Joven de Chan Hol a la superficie no fue fácil. Desde que los Thursten lo encontraron, se necesitaron casi tres años de estudios arqueológicos y de antropología física in situ para llegar al día en que fuera posible sacarlo con los mínimos riesgos y la información intacta.

Los estudios incluyeron el registro fotográfico y en video de cada parte del esqueleto y su entorno; se necesitaron por lo menos 50 inmersiones de exploración en la cueva, durante las cuales se estudiaron todas las posibilidades de lo que ocurriría al mover la osamenta, porque cada centímetro de hueso y su contexto significaba una pieza irrecuperable con la que se deberá armar el rompecabezas de una historia milenaria.

La investigación la llevan a cabo el INAH, la UNAM, el Museo del Desierto de Coahuila, y el Instituto de la Prehistoria de América, a través de un proyecto -ahora interinstitucional- que nació hace 10 años en el INAH, durante el desarrollo del Atlas Arqueológico para el Registro, Estudio y Protección de los Cenotes de la península de Yucatán, que encabeza la pionera de la arqueología subacuática Pilar Luna.

La recolección de este cuarto esqueleto de la Era de Hielo, fue encabezada por el biólogo Arturo González, director del proyecto, con la participación de los antropólogos físicos Alejandro Terrazas y Martha Benavente, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, quienes desde la superficie dieron todas las indicaciones de cómo sacar los huesos sin perder información importante para la reconstrucción de su identidad.

En la profundidad de la cueva, González estuvo acompañado por los espeleobuzos Jerónimo Avilés, Eugenio Acévez y Luis Martínez. Cada uno cargó consigo 80 kilos, correspondientes a su equipo de buceo -tres tanques, válvulas, lámparas, snorkel-, más los implementos de registro: cámaras subacuáticas (dos de video y una de fotografía), un tripié, luces y tres cajas de plástico forradas por dentro con hule espuma para guardar los restos milenarios del Joven de la Era de Hielo.

La recolección se hizo en dos días de exploración, con un tiempo total de inmersiones de alrededor de cinco horas, durante las cuales se realizó el último registro. Los huesos se guardaron en bolsas herméticas con agua de la cueva, para no alterar la temperatura y acidez, y después, dentro de cajas previamente numeradas se trasladaron con minucioso cuidado hasta la superficie.

Junto con los huesos se colectó una estalagmita, de aproximadamente un metro de largo, que había caído sobre el húmero izquierdo del esqueleto, lo que para los antropólogos es un hecho relevante, ya que estas formaciones minerales no son propias de cuevas inundadas, lo que permite suponer que depositaron al hombre antes de que la caverna se llenara de agua, es decir por lo menos 10 mil años.

Arturo González detalló que en la Era de Hielo la península de Yucatán debió ser un pastizal desértico que con los cambios climáticos se convirtió en selva; los hombres que acompañaron al Joven de Chan Hol acudían a las cuevas a refugiarse de la intemperie; a buscar agua, filtrada entre las rocas después de la lluvia hasta el fondo de las cavernas más profundas.

Desde 2002 se han encontrado evidencias de esa vida: herramientas de piedra, hogueras, restos de animales extintos de la era del Pleistoceno, y también otros tres esqueletos humanos en situaciones similares a las del Joven de Chan Hol, a los que los científicos mexicanos bautizaron como La Mujer de Naharon, La Mujer de las Palmas y el Hombre de El Templo, cuyas antigüedades oscilan entre los 10 mil y 14 mil años.

El acomodo de dichos esqueletos, y ahora el Joven de Chan Hol, son indicio de que las cavernas también se usaron para enterrar muertos, pues las posiciones de los huesos de estos individuos no corresponden a un modo natural, sino a un arreglo humano post mórtem de carácter ritual.

Chan Hol

Tiene México evidencia más antigua de maíz domesticado

Andrés Eloy Martínez Rojas : : El Universal : : 13 de abril de 2007

Una antropóloga de la universidad del estado de Florida encontró nuevas evidencias de que antiguos agricultores en México cultivaban una forma temprana de maíz, el precursor del maíz moderno, hace aproximadamente 7 mil 300 años, mil 200 antes de lo que los expertos pensaban.

La profesora María Pohl condujo un análisis de sedimentos en la costa del golfo de México en Tabasco y concluyó que la gente plantaba maíz en el "mundo nuevo" alrededor del año 5 mil 300 antes de nuestra era.

El análisis extiende el trabajo previo de Pohl en esta área y valida los principios de colección de datos de microfósiles.

Los resultados del estudio de Pohl, que ella condujo junto con Dolores R. Piperno del museo nacional de historia natural en Washington, C.C. y el instituto de investigación tropical Smithsoniano en Panamá, fueron publicados en la revista Proceedings de la academia nacional de ciencias de Estados Unidos.

"Esta investigación amplía nuestro conocimiento en la transición de la agricultura en Mesoamérica," señalo Pohl.

"Éstos son los nuevos resultados significativos que completan el conocimiento de los patrones tempranos del cultivo. Se amplía la investigación que demuestra que el maíz se separó rápidamente de su hogar de domesticación en el sudoeste de México hacia el sureste de México y de otras áreas tropicales en el nuevo mundo, incluyendo Panamá y Sudamérica."

Revolución agrícola

El cambio del forraje al cultivo del alimento fue un cambio significativo en la forma de vida para esta gente antigua y puso las bases para el desarrollo (más tarde) de la compleja sociedad y ascenso de la civilización Olmeca, afirmo Pohl, los Olmecas se adelantaron al mejor conocimiento Maya por cerca de mil años.

"Nuestro estudio demuestra que estos cosechadores tempranos de maíz se localizaron en barreras de islas entre el mar y las lagunas costeras, en donde podrían continuar pescando y ver crecer las cosechas," señalo la investigadora.

Durante su trabajo de campo en Tabasco hace siete años, Pohl encontró rastros de polen de maíz primitivo y la evidencia de claros de bosques que datan de 5 mil 100 años antes de nuestra era .

Pohl analizaba fitolitos, estructuras de silicatos de las planta, que revelaron la fecha de la introducción del maíz en el sureste de México 200 años antes que lo que sus datos de polen indicaban.

También demostró que el maíz estaba presente por lo menos un par de cientos de años antes del inicio de la tala del claro del bosque.

Rompiendo mitos

Los rastros de carbón de leña encontrado en el suelo en el 2000, indicaron que el fuego era usado por los antiguos agricultores para despejar los campos en los cantos de la playa para hacer crecer las cosechas.

"Estas eran consecuencias significativas para el medio ambiente desde el cultivo del maíz asombrosamente tempranas," dijo Pohl.

"Los científicos todavía están considerando el impacto de los claros en los bosques tropicales de la práctica de la agricultura, ahora con respecto a calentamiento global."

El estudio de los fitolitos también podía confirmar que la planta era de maíz domesticado en comparación con una forma ancestral, una hierba salvaje conocida como teosinte..

El maíz primitivo fue domesticado desde el teosinte y transportado probablemente a las tierras bajas de la costa del golfo en donde fue cultivado, según Pohl.

El descubrimiento del maíz cultivado en Tabasco, un área tropical de las tierras bajas de México, desafían ideas previamente aceptadas sobre el cultivo en Mesoamérica originado en las montañas semiáridas de México y demuestra un intercambio temprano de plantas como alimento.

El artículo de Pohl también trata ideas falsas sobre el método paleoecológico, que recupera evidencia de microfósiles, tales como polen, granos de almidón o fitolitos, en comparación con macrofósiles o piezas enteras de plantas, tales como mazorcas.

Pohl y sus colegas discuten que la contaminación de muestras con los procesos geológicos al mezclarse el sedimento es más probable que suceda con los macrofósiles que con los microfósiles.

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